jueves, 25 de abril de 2013

FINANCIATE ADECUADAMENTE


Es frecuente ver como un concepto claro como la financiación a corto o a largo plazo es mal ejecutada y lleva a las empresas a una situación de insolvencia, pese a que incluso sus resultados no sean malos. Este fenómeno ha sido particularmente frecuente en la actual crisis económica, pero en modo alguno es una novedad. Sin duda el paso del crédito fácil al actual periodo de sequía crediticia ha provocado que esta situación se de en estos momentos de forma especialmente virulenta. Pero no es nueva.
En el siglo XVI la corona española usó de medios comerciales para financiarse, y especialmente para financiar su ejército en Flandes. Acudió a préstamos, llamados “asientos” que se acordaban en “ferias”, reuniones de banqueros, que se celebraban cada 3 o 6 meses . El asiento se iba renovando de feria en feria, acabando por convertirse en un préstamo permanente. A finales de siglo se cambió el procedimiento pasando a vincular cada préstamo, no a una feria, sino a un ingreso previsible y futuro de la corona, y convirtiendose en un adelanto de esos ingresos futuros. Los prestamistas, o “asentistas” eran normalmente extranjeros, frecuentemente genoveses.
Los ingresos que respaldaban esos adelantos podían ser de dos tipos: ordinarios o extraordinarios. Los ordinarios pertenecían a la corona por derecho (rentas, impuestos, aduanas,...). Los extraordinarios eran acordados previamente por las cortes y solían ser, por ese motivo, más seguros, previsibles y de mayor cuantía. En ese apartado se incluían el oro y plata llegados de las Indias.
En realidad, los asientos, préstamos de corta duración y altos intereses, eran asegurados con los ingresos extraordinarios.
Por contra, la corona disponía de otro método de financiarse, los juros. Los juros eran bonos a largo plazo (incluso perpetuos o vitalicios), de interés más bajo y asegurados con los ingresos ordinarios.
El problema, como siempre, y como en nuestras empresas, viene cuando los ingresos no son suficientes para cubrir los préstamos. En el caso de la corona, los impuestos ordinarios de 5 años llegaron a estar gastados de antemano. En 1551 Carlos V se ve obligado a embarcarse en diversos frentes de guerra. Los asientos crecieron exponencialmente. En 1556 la deuda de Castilla ascendía a más de 25 millones de florines, de los cuales 22 correspondían a Flandes, su ejército y los Tercios. Pero estaban comprometidas ya hasta las renta de 1561. El grifo del crédito comercial para la corona se cerro, y Carlos V abdicó retirándose a Yuste.
Felipe II se enfrentó al problema como haríamos hoy en día en nuestras empresas, tratando de pasar financiación a corto a largo plazo. Era evidente que el expansionismo de los Habsburgo y concretamente la guerra de Flandes no era una operación a corto plazo, sino a largo, muy largo plazo (y como luego se vería de escaso rendimiento). Claro esta que Felipe II tenía una posición de poder que no tiene el empresario actual; lo que el ordenó en el llamado decreto de bancarrota, nosotros tratamos de negociarlo con nuestros bancos y acreedores.
En 1557, Felipe II ordenó la suspensión de pagos de los asientos contra rentas futuras. En un sistema que no puede por menos que recordarnos al actual concurso de acreedores, el decreto de bancarrota de ese año establecía que los asentistas podían optar por mantener sus asientos que se les pagarían cuando la corona pudiera (por tanto quedaba en el aire su cobro), o convertirlos en juros, es decir, en bonos a largo plazo, con un interés menor. Felipe II creo en ese momento la refinanciación que actualmente usamos en los preconcursos o concursos de acreedores. Evidentemente, su poder le permitía imponer esto, cosa que el empresario actual no puede, pero se parece bastante al actuar que estamos viendo en los actuales administradores concursales mediante quitas y alargamiento de los periodos de pago.
La mayoría de los asentistas aceptaron la segunda opción, lo que libero las rentas de Castilla y permitió a la corona un nuevo endeudamiento.
La magistral jugada del rey tuvo tal éxito, en lo que al Tesoro se refiere, que se repitió en 1560, 1575, 1596, 1607, 1627, 1647, y 1653.
Tuvo, eso sí, un efecto perverso en los banqueros extranjeros, en muchos casos su ruina y a la larga supuso el fin del acceso de la corona al crédito comercial. El grifo se cerró definitivamente. Mientras los ingresos se mantuvieron, siempre había banqueros dispuestos a arriesgarse por un interés que rondaba el 20% y que frecuentemente venía acompañado de honores, tierras y títulos. Pero en 1627 los ingresos de la corona comenzaron una acelerada caída. Menos fondos llegaban a Castilla desde las Indias, y la propia Castilla vivió un periodo de hambre y escasez que redujo los ingresos por impuestos provocando una larga crisis económica.
Como vemos, una operación a largo plazo, una inversión, debe financiarse a largo, nunca a corto plazo. Y si no se puede, mejor no abordarla. La asfixia del corto plazo ha llevado al cierre de innumerables empresas desde el 2007.

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